Es como si uno fuera de goma y cuando llega algo importante por un lado, y afecta la goma dejando una depresión en la superficie, por el otro lado sobresale algo de esa misma fuerza y algo ocurre. Una superficie hecha de un historial de emociones, construida por cada evento que deja huella, y si uno no está atento, esa fuerza puede llegar a lastimar la estructura completa. Es imperativo estar conciente. Una práctica noble para llegar al fin a lo que está dentro.

Habrán muchos más rostros frente a ese rostro, pero en un arrebato solipsista, mi visión de ese espíritu, la manifestación de esa energía que toma prestada esa forma, es lo que queda conservada en mi propia energía. Hay muchas células en juego, pero ellas saben que es sólo un préstamo, pronto dejarán de existir y soltarán su energía a otras realidades; hasta entonces, mi espíritu, encerrado en esta realidad/espejo, quedará con esa energía encantadora, con algo mucho más que un recuerdo, más que una imagen, una pieza más en el mapa emocional que me acompaña. Estar de pie, en una calle y quizás decir adiós solo con el pensamiento, sin agitar brazos ni tirar besos, pensar en Karin.

No querer ver que hay algo detras de todo lo que hacemos, huir en dirección diametralmente opuesta, caigo sin razón en una habitación oscura, donde se proyectan los últimos resultados, las últimas encuestas, un gráfico de lineas negras que no me dice nada, salvo que estoy encerrado, y que se dirigen hacia mí, culpándome de todo, de estar aqui. Solo.

La seguridad que sentimos podría deberse a la aventura de descubrir la linea que rige nuestro accionar y que no necesariamente está dibujada de antemano, es la seguridad de ser el catalizador de un proceso aleatorio, pero propio. La inseguridad que nos agobia podría ser por taparnos los ojos y negarse a tomar esos lazos que tejen la red en que vivimos y que no sabemos de donde provienen. Quizás al final tendremos una idea, quizás no. Pero el viaje vale la pena.